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CRISTIAN VALDÉS

Ingresó a los 24 años a la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso, que entonces estaba en Recreo Alto, de la cual egresó en 1962. Y es allí donde el Premio Nacional de Arquitectura 2008 y autor del emblemático diseño nacional de la Silla Valdés, recoge el espíritu y la actitud de la cual emerge su obra y su trayectoria, y que él reconoce como la principal herencia del famoso Le Corbusier. “Sus escritos, sus registros, sus ideas, son tanto o más importantes que sus obras”, dice respecto a la influencia del francés sobre la arquitectura nacional a partir del modernismo. “Por ejemplo, las obras de Emilio Duhart son una muy clara representación del estilo de Le Corbusier. Pero lo importante no es la similitud formal, sino no rescatar el alma de su arquitectura”.

El valor del concepto por sobre la materialidad se reafirma en el hecho de que “las construcciones actuales están destinadas a la desaparición. Basta mirar Nueva York como se deshace y rehace constantemente”. Sin embargo, “la arquitectura no es sólo una cosa construida: es un acto fundamental, un gesto, una actitud, un mundo que una obra toca”. De allí la importancia que atribuye a los apuntes, dibujos y registros como soporte y testimonio del proceso creativo. Un legado que, en su caso personal, se condensó y materializó, en 2008, en el libro “Cristián Valdés: La Medida de la Arquitectura”, de la arquitecta chilena Sandra Iturriaga, que prosiguió a la exposición sobre su obra en la Galería Animal. Ello, sumado a su reconocimiento con el Premio Nacional el mismo año, consolidó, tras cuatro décadas de trabajo, el reconocimiento público a alguien que, en consecuencia con sus posturas vitales, ha cultivado siempre el bajo perfil, a pesar de que su Silla Valdés, diseñada en los años 70, es el único objeto de diseño chileno que figura en los catálogos del mundo.

 

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